domingo, 13 de febrero de 2011

Desamor Perdonado

Me encuentro aquí de nuevo sentando en la misma silla, en el mismo parque, solamente recordando, simplemente viendo cada lugar para saberte junto a mí. Pero que chiste tiene solo recordarte si no puedo sentirte tocarte, tener tu aroma cerca y tu suave piel junta la mía. Me levanto, observando todo lo que alguna vez me rodeo una vez no fue mío si no nuestro. Lugares, fechas, canciones, objetos, inclusive horas que ahora solo se convierten en una memoria más dentro de mi cerebro. Camino lejos, viendo aquel árbol que marco nuestra existencia, o por lo menos la mía.
Me detengo en este, lo me recargo en el subo la mirada al ver el cielo te pienso, cierro los ojos. Te veo en mi mente, como tus ojos llenos de lágrimas se tornan oscuros, atormentados, dolorosos. Con  cada palabra que pronuncias, cuando tratas de ser fuerte intentando provocar aquel odio que desearías se convirtiera en mi sentimiento por ti, pero tu expresión solo demuestra miedo, rabia contigo misma y no puedes siquiera pensar bien en lo que dices. No es hasta que mencionas las palabras, más hirientes que he podido oír. “ Me largo de ti, porque tú no eres nada, no fuiste, no lo eres y no lo serás, no te tengo amor, no tengo nada hacia ti más que lastima, no te quiero cerca de mi vida, no te quiero cerca de mí ”.
Fue entonces que te diste la vuelta, te alejaste hasta que mi mirada no pudo distinguirte entre la niebla de aquella tarde oscura, porque no te seguí, porque no me fui hacia ti, porque no luche por ti, en aquel momento mi cuerpo solo se detuvo, cada poro de mi piel sufrió una punzada, un dolor inexplicable llego a mi pecho, mis ojos se inundaron en lágrimas, mis piernas perdieron su fuerza haciendo caer a un vacío enorme donde mi alma parecía romperse en pedazo con cada paso que dabas lejos de mí. Mi vista se tornó negra hasta que una gota de lluvia me levanto de aquella situación. Aun así no creía en tus palabras, pero verte irte fue insoportable. Ver que los días pasaban y tú nunca regresabas, y veme ahora todos los días en este hermoso y doloroso lugar esperando que algún día regresaras. Mis esperanzas mueren cada segundo, ahora creo en tus palabras.
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Me asomo a la ventana a ver el mismo lugar que donde te recuerdo, en cada momento de tal alegría, el mismo con el momento más triste de mi historia. Como quisiera imaginar que si algún día regreso a ese lugar tú estarás ahí esperándome, yo llegare te veré, corriendo hacia ti y todo será normal. Pero sé que no lo será, sé que no te hallare, que tu bella figura no volverá a ser mía, que mis labios no sentirán tus besos nunca, que mi cuerpo no sentirá tus manos. Tuya nunca podré volver a ser. No olvidare las risas, los juegos, las horas y lo momentos, porque cada segundo del día me la paso recordándote.
Me odio por querer odiarte, por tener que dejarte, alejarme de ti por una razón que ahora veo es idiota, inútil, torpe, pensar que quería ponerte lejos de mi existencia de mi mente para no lastimarte, a pesar que yo sufriera cada día, todo por esta enfermedad tan asquerosamente dolorosa. Ahora que ya no hay nada que hacer solo pienso en aquel momento donde tome la fuerzas para dejarte, hacerte sufrir que me odiaras, aunque mis sentimientos me traicionaran y mi voluntad no existiera. Te deje me fui, no comprendo cómo no voltee. Aun pienso en que al irme solo lloraba y suspiraba. Llegando a mi hogar donde solo pude llorar, aun lo hago con tu simple recuerdo. Las horas son días y los días meses, como los meses ahora son años. Pero aun así te extraño y te necesito junto a mí.
Como desearía que estuvieras junto a mí que perdonaras mi manera infantil de realizar las cosas, pero a lo mejor ya llego alguien mucho mejor que yo para suplir y llenar ese vacío que provoque en tu cuerpo. Porque el mío sigue y seguirá roto desangrándose por amor, amor a ti amor por ti y solo de ti. Hoy iré aquel lugar justo aquel árbol, donde los recuerdos torturan mi mente recordándome lo tonta que soy. Sin esperanza de verte pero con la ilusión de sentirte en mis pensamientos. Tome mi abrigo, salí cruce la calle y en la triste oscuridad, me adentre aquel lugar que solo veía desde mi ventana
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Sera el último día en que regresare a este árbol, donde mi esperanza se ha terminado para siempre. Camino en las tinieblas de la noche dirigiéndome a un lugar tan cotidiano. Vuelvo a sentir aquel árbol me recargo una vez más en el cierro los ojos y dejo que los ruidos de la noche me invadan. Todo era una hermosa soledad, hasta que en crujido de las hojas secas se pudo escuchar a mí alrededor.
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Puedo ver mi doloroso árbol a lo lejos me acerco y no se ve a nadie, mi tristeza se hace grande. La oscuridad me atrapa, pongo mi mano en el árbol y una sensación extraña envuelve mis adentros, reconozco su aroma a lejos era como si pudiera olerlo. Las hojas truenan cuando las pisos, en eso una persona sale del lado contrario del árbol, la puedo reconocer, mi cuerpo se entume, mis palabras se agotan mi aliento desaparece, no puedo hacer nada. Solo sonreír. Se acerca me toma en sus brazos me abraza siento su cuerpo junto al mío. No hubo necesidad de una sola palabra. Un beso fue suficiente, sus labios rozando los míos, vuelvo a sentir aquel cariño que alguna vez deje a un lado. Sus manos juegan en mi cuerpo y las mías en el suyo. Poco a poco lo que cubre nuestra piel desaparece.
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La observo, no lo creo me acerco, la beso no quiero oírla hablar solo la quiero junto a mí, después de juegos y caricias. Logro sentir su calor con el mío fundiéndose en unos solo. Su piel rozando la mía creando una atmosfera de pasión pero sobre todo de amor. Nos unimos en un solo cuerpo, el momento más perfecto de mi existencia. Dejándonos envolver por la oscuridad, y bajo el cuidado de aquel guardia hecho de madera, que protegió y reencontró este amor lo hace renacer desde lo más profundo. Caricias, besos, abrazos, pasión, amor y lujuria. Crean esta nueva sensación de amor que pensé se había extinguido en mí, soy de ella y ella de mí. Nos entregamos nos volvemos uno solo. Sin necesidad de palabras, con una simple mirada. El amor vuelve a renacer en cada uno de nosotros, y el perdón llega alejando aquella vieja compañera, soledad, y dejándole espacio a lo que será un desamor perdonado, al amor que nunca desapareció.

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